Valencia en Stuttgart

by Álvaro de loÁngeles

Levante EMV 

Durante el fin de semana del 20 al 22 de mayo se celebró en la ciudad alemana de Stuttgart un simposio bajo el título On Difference #1. Local Contexts, Hybrid Spaces (Sobre la diferencia #1. Contextos locales, espacios híbridos), junto con una exposición que se extenderá hasta el 31 de julio próximo. Ambos eventos se enmarcan dentro de un ambicioso proyecto a desarrollar entre 2005 y 2006 y está destinado a plantear debates sobre la forma en que las situaciones locales son vistas por, o pueden modificar, el entramado global, siempre teniendo en cuenta los nuevos modos de comunicación, expresión y debate, en concreto las prestaciones tecnológicas actuales de Internet y modelos de acción sociocultural conjunta o colectiva. Los artistas seleccionados por los comisarios principales, Iris Dressler y Hans Christ (directores del Württembergischer Kunstwerein de Stuttgart, espacio donde se celebró el encuentro) seleccionaron a su vez a otros artistas (más de 50 en total), grupos o medios independientes de cultura con la intención de debatir sobre las redes de trabajo actuales a través de una red creada para el propio proyecto. Valencia como caso de estudio, junto con los de Bucarest, Cluj, Kish-Irán, Novi Sad o Beirut que completaban esta primera parte, estaba representada por Daniel G. Andújar a través del portal de discusión sobre políticas culturales e-valencia.org. También mostraba su homólogo e-barcelona.org, el sistema operativo x-devian y presentaba un nuevo portal de libre acceso (e-wac.org) realizado ex profeso para la muestra. Su participación en On Difference #1 se completaba con la invitación a la exposición y simposio de las asociaciones Salvem El Cabanyal-Canyameral, Ciutadans per una cultura democràtica i participativa y la revista de cultura contemporánea Mono, que ha editado un número especial en inglés sobre los debates culturales abiertos en la ciudad valenciana.


Una semana escasa tras la ponencia de Vega Bermejo, representante de Salvem El Cabanyal, el Tribunal Supremo ha admitido el recurso a queja de la asociación, procurándoles un respiro ante las continuadas acciones demoledoras (dignas de un agresivo promotor inmobiliario) de Alfonso Grau y Rita Barberá. Costará encontrar ejemplos tan significativos de organización de resistencia y preservación del patrimonio como Salvem El Cabanyal y, del mismo modo, resultará extremadamente difícil toparse con una postura consistorial tan tozuda y empecinada en acabar con un bien de interés cultural en nombre de un supuesto beneficio para la ciudad, teniendo como tiene tantas voces acreditadas en contra. Esta mejora sui generis está basada en un cambio radical de la fisonomía del espacio natural y su trama urbana, en la construcción desmesurada sin planes urbanísticos de calidad y cuyo único aval sólo es ya el desfasado modelo de arquitectura monumental de Santiago Calatrava. Lo expuesto en Stuttgart resulta, por lo tanto, de vital importancia para mantener el debate abierto y las esperanzas intactas, pues se da una visión de Valencia que -existiendo vivamente- nunca saldría en las guías de la ciudad o tendría visibilidad oficial alguna. También se debatió sobre la gestión pública de la cultura en una época donde sólo cuenta el despilfarro del momento y sus fotos correspondientes, algo de lo que tanto sabe Consuelo Ciscar. Y, evidentemente, se debatió sobre la instrumentalización de la cultura, pero sobre todo de la arquitectura oficial. Lo primero que se contempla al entrar en la exposición es una doble videoproyección monumental que compara la Ciudat de les Arts i les Ciències de Calatrava con la mastodóntica Casa del Pueblo que mandó construir el dictador rumano Ceaucescu, ahora convertida en Parlamento y ¡Museo de arte contemporáneo! Dos recorridos a pie con cámara en mano, uno a través del complejo cultural y otro bordeando el perímetro vallado de la fortaleza rumana, muestran asombrosas similitudes entre arquitecturas de estilos y situaciones políticas muy diferentes y destinadas, en principio, a fines completamente dispares. El gigantismo de los edificios en relación con la medida humana, la sensación de desgaste existencial del visitante al recorrer su superficie inacabable, los altos costes de mantenimiento de sus infraestructuras…, son claras estrategias del poder para defenderse y parapetarse contra la ciudadanía. La Ciutat de les Arts i les Ciències, de momento, sólo es eso. ¿Podemos esperar que esto cambie?

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