Daniel G. Andújar Siguiendo el buen ejemplo de la sociedades capitalistas desarrolladas, la actividad terciaria, la prestación de servicios, se ha convertido en uno de los sectores clave de la economía de este país (España). Diría más, los servicios de ocio y turismo se han convertido en una necesidad, hasta el punto de convertirse en la principal fuente de divisas y en el motor económico que alimenta toda una nueva idiosincrasia. Es un papel en perfecta armonía con la fuerza dinámica de la economía global que asumimos de forma colectiva con cierto conformismo ¿Quién no se ha sentido alguna vez en este país, o ha ejercido directamente, de guía turístico o camarero? Nos viene en el DNI (Documento Nacional de Identidad). Nuestra disposición para el servicio es puesta a prueba con cierta periodicidad ya que en reiteradas ocasiones nos vemos obligados a ejercer de guías ocasionales para familiares, conocidos y amigos que vienen de visita y necesitan del perfecto anfitrión que los oriente por el complejo y fascinante mundo de la tapa, el flamenco, la paella, la cala, la ruina, el museo, la catedral, etc., según afinidades y naturaleza del visitante, guía y lugar en concreto. Nos convertimos en mediadores ocasionales filtrando de forma subjetiva la información que conforma parte de nuestra realidad más inmediata, y lo hacemos de forma automática, casi profesional, sin darnos cuenta, destilamos la realidad a nuestro antojo, de acuerdo a nuestras preferencias. Y cuento todo esto porque en una de estas jugadas, me vi ‘obligado’ a acompañar a una amiga investigadora hasta la capital del Reino, donde debería orientarla, fundamentalmente, en una investigación que estaba llevando a cabo en torno a la cultura del archivo y que pronto verá la luz con forma de ensayo en la lengua franca de la sociedad de la información, el inglés. Guiar, manipular, interpretar, filtrar, condicionar, orientar, mediar, priorizar, jerarquizar… todo lo que trato de combatir sin éxito alguno, demasiado poder, hasta para un amigo.

Iván de la Nuez Babelia, El País Entre la caída del muro de Berlín, en 1989, y el atentado a las Torres Gemelas de Nueva York, en 2001, el arte vivió un particular tránsito estético. De entrada se han reactivado preguntas básicas como si el arte es arte por sí mismo o necesita que alguien le dé esa categoría. La estética bendecida no siempre supone la redención a través del bien. Tampoco la conjunción entre arte y maldad merece necesariamente el aplauso. Más que nunca las fronteras son movedizas. Cuando tienen lugar los atentados a las Torres Gemelas de Nueva York, Stockhausen los califica como la obra de arte perfecta (”la obra mejor ejecutada jamás”). Días más tarde, se percata del horror que encierra su clasificación (también le llueven suspensiones de próximos conciertos) y se arrepiente. Pero ya no hay remedio: primero, porque está dicho; segundo, porque su primera certeza abre un camino que nos aboca sin contemplaciones al abismo de estos tiempos. A esta época nuestra en la que arte y política traspasan cotidianamente sus fronteras, enzarzados en una coreografía de pasos pactados, enemistades cómplices y necesidades mutuas. El hechizo del arte sobre la política (y de la política sobre el arte) cuenta con alertas muy lúcidas. La de Giorgio Agamben detecta el carácter performático de la política, que se ha convertido en la “esfera de los puros medios, de la gestualidad absoluta e integral de los hombres”. La de Miguel Morey nos hace reparar en la conjunción de arte y fascismo a partir de la atracción mutua que los imanta.

Textos de la mesa redonda celebrada en el caS el 12 de Junio del 2006: e-sevilla. Nuevos espacios de discusión y debate ¿límites, responsabilidades? INTERVENCIÓN DOMINGO MESTRE * De las octavillas por el suelo a las pantallas del museo o ¿Por qué las mesas redondas [casi] siempre son rectangulares? Disculpadme pero empezaré contándoos un cuento, una anécdota personal de hace aproximadamente 30 años, cuando aún no existían ni la Internet, ni Centros de arte como Arteleku, ni periódicos liberales como El país. Yo era entonces un chaval, casi un crío todavía, que andaba con su madre por la calle cuando, de repente, pasó un Seat 600 a toda velocidad lanzando octavillas por la ventana. No recuerdo ya de qué hablaban aquellos panfletos, pero sí que me acuerdo muy bien de que esa era la única forma de tratar algunos temas en aquella época. Tampoco he olvidado que, aunque el Dictador ya se había muerto, la distribución de folletos impresos clandestinamente aún era una forma de expresión ilegal, tal como mi asustada madre se encargó inmediatamente de recordarme a gritos y gesticulando para dejar bien claro que nosotros no teníamos nada de subversivos. Naturalmente en aquel momento le hice caso, para no discutir con ella, y solté el comprometido papelillo que había cogido. Pero, un rato después, volví por allí y me llevé no uno sino un puñado de aquellos escritos que, además, fui repartiendo descaradamente, de mano en mano, porque necesitaba transgredir unas leyes que muchos intuíamos ya a punto de cambiar, tal como efectivamente sucedió muy poco después. Obviamente mi estrafalario gesto no cambió absolutamente nada la situación, pero creo que la suma de cientos de pequeñas rebeldías que cada día se iban acumulando -muchas de ellas, como la, mía sin objetivo demasiado claro- sí que ayudó sensiblemente a transformar el panorama que os he descrito.

e-sevilla.org Por Pedro G. Romero En las novelas de Kafka nos salen al encuentro criaturas que se definen como “ayudantes”. Sin embargo, no parecen estar en condiciones de prestar ayuda. No entienden nada, no tienen “aparatos”, no hacen más que chiquilladas y tonterías, son molestos e, incluso, a veces, descarados y lascivos. En cuanto a su aspecto son tan parecidos entre sí que sólo se distinguen por el nombre; se parecen “como serpientes”. No obstante son observadores atentos, desenvueltos y elocuentes, sus ojos son brillantes, y en contraste con sus modos pueriles, tienen caras que parecen adultas, “de estudiantes, casi”, y barbas largas y abundantes. Alguien, no se sabe quién, se los ha asignado, y no es fácil quitárselos de encima. En definitiva, nosotros no sabemos quiénes son, quizás son enviados del enemigo, lo que explicaría por qué no hacen más que acechar y espiar. Sin embargo parecen ángeles, mensajeros que ignoran el contenido de las cartas que deben entregar, pero cuya sonrisa, cuya mirada, cuya manera de andar “semejan un mensaje.” Giorgio Agamben. El espacio físico que ocupa el caS en la dirección de Torneo 18/San Clemente es, a todas luces, insuficiente a la hora de entender el trabajo de un centro de arte. Para empezar está la dimensión simbólica, aquella que, por ejemplo, le otorga el hecho de situarse en Sevilla, de aspirar a una representación de los distintos presentes que una ciudad invoca. Así, la metáfora del nodo, tomada del lenguaje de la telemática sea quizás la que más conviene para definir la situación de un espacio para las artes en la ciudad. Si se quiere, se trata de un nodo principal, pero al fin al cabo, un enlace más, un punto en la amplia red de lugares y vinculaciones que el centro de las artes de Sevilla debe tejer en la ciudad.

por Belén Gache. Así como la teoría social de la Escuela de Frankfurt y su conciencia del potencial político de los medios inspiraron grandemente a los teóricos revolucionarios de los años 60, tanto en Europa como en los Estados Unidos, la reflexión social y cultural de los años 60 y principios de los 70 influyen hoy sobre las reflexiones sobre el net art y el netactivismo. LOS AÑOS 60, LOS MEDIOS, LAS REDES Y EL ARTE SOCIOLÓGICO En la década del 60, momento en que se registra una fuerte unión entre el arte de vanguardia y la teoría social, asistimos al surgimiento de una serie de manifestaciones artísticas que tomaron por tema o bien adoptaron como soporte a los medios de comunicación. La vocación de armar redes y de comunicar desde canales alternativos a los oficiales se habían vuelto centrales para la cultura de esa época, cuando se problematizaban y redefinían los valores sociales y culturales que habían imperado hasta entonces. En aquellos tiempos, las posibilidades tecnológicas de los nuevos medios permitían que la información se masificara y no fuera únicamente el dominio de una élite. Por otra parte, movimientos como el pop art o el nuevo realismo (1), por ejemplo, se volcaban hacia los objetos cotidianos de la sociedad de consumo y la misma teoría del arte comenzaba hablar de una “masificación de las vanguardias”.

Worhsho Virreina

Por Alberto López Cuenca Julio 2005 | ABCD las artes y las letras | Las artes plásticas desde hace más de un siglo, del puntillismo al land art, pasando por el neoconcreto brasileño y la transvanguardia italiana, pueden entenderse animadas por un insaciable afán de deglución de técnicas y materiales ajenos a la esfera artística. Sopesar el alcance de esta estrategia de absorción de lo impropio es crucial para entender la transformación de los vocabularios plásticos durante el siglo XX. En sus últimas décadas, fue vital la experimentación con los nuevos soportes tecnológicos, que abriría algunas de las sendas más fructíferas para el arte actual, ya se tratara de la videocámara en manos de Nam June Paik, los proyectores en las instalaciones de Bruce Nauman o el LCD en los trabajos de Jenny Holzer. De ahí que la que probablemente haya sido la revolución tecnológica más profunda de los últimos años no haya pasado inadvertida para muchos artistas.

Urbanitas miércoles, junio 15, 2005 Daniel G. Andújar (Valencia, 1966) centra el poder de su crítica en la necesaria recuperación del espacio público como un lugar desde el cual debe producirse la critica y el arte. Un espacio para que los ciudadanos debatan y produzcan nuevas herramientas capaces de conducirlos a un mejor nivel de vida. Y es que para el artista integrante del site activista www.irational.org (donde es compañero de travesía de la videoasta mexicana Minerva Cuevas) la recuperación de dicho lugar sobreviene una vez que se ha realizado un análisis sobre el sistema de control que padecen las sociedades mediátizadas que viven subyugadas bajo el peso de lo mercantil. El artista cuestiona, mediante la ironía y la utilización de estrategias de presentación de las nuevas tecnologías de la comunicación, las promesas democráticas e igualitarias de estos medios y critica la voluntad de control que esconden detrás de su aparente transparencia. En este proyecto, el artista crea una empresa virtual e inexistente, para la cual elabora una imagen corporativa diseñada al detalle (con sus correspondientes logotipos, videos promocionales y páginas Web) que se convierte en una metáfora del uso de las nuevas tecnologías, capaces de hacernos creer que es posible algo que no existe. La utilización prioritaria del inglés pone en evidencia que el lenguaje, al igual que la tecnología, tampoco es libre y es utilizado como forma de colonización del acceso a las nuevas tecnologías.

En la tercera edición de la Serie Juego doble

En la edición pasada de la Serie Juego doble, durante el seminario El espacio social de los new media, José Luis Brea habló de la necesidad de recuperar la esfera pública -actualmente monopolizada por los medios masivos de comunicación- como un escenario donde la expresión de los distintos pareceres sea posible. Ahí mencionó como posibles recursos los blogs y mailing lists, y agregó que los artistas contemporáneos deben comprometerse como productores de contenidos para dichos medios.

En ese contexto, el español Daniel García Andújar y el mexicano Fran Ilich ofrecerán una reflexión sobre el tema del medioactivismo y ejemplificarán el papel de un creador bajo la óptica de las nuevas exigencias derivadas de la tecnología y sus diferentes usos, a través de un taller, una conferencia y una exposición, que tendrán lugar del 13 de junio al 31 de julio en el Centro Nacional de las Artes (Cenart) y el Centro Cultural de España.

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