Fundació Antoni Tàpies
ARTURO SAN AGUSTÍN
10 de junio de 2004
El Periódico
Háganse un favor si aún no se lo han hecho. Mézclense, permanezcan los minutos necesarios entre turistas, abandonen luego el rebaño o manada y diríjanse a la Fundació Tàpies.
En la misma les espera: Tour-ismes. La derrota de la dissensió. Nadie ha explicado mejor el turismo y todas sus consecuencias que esta imaginativa y contundente exposición.
Antes de llegar al ladrillo, propiamente dicho, a la tochana, un vídeo dirigido por el sueco Vilgot Sjöman recoge las entrevistas que, en 1967, la activista Lena Nyman hizo en el aeropuerto de Estocolmo a unos ciudadanos suecos que habían pasado sus vacaciones en España.
Vivía aún el dictador –aquel general que sólo bebía Fanta– y esa era la cuestión. Pero todo es relativo. Una de las ciudadanas suecas entrevistadas responde que también en Suecia hay dictadura. La prueba, dice la mujer, es que una botella de whisky cuesta en Suecia 50 coronas. Otro opina que nunca habla de política durante las vacaciones.
Varios auriculares estratégicamente colgados en una pared de ladrillos, de tochos puros y duros, permiten escuchar la verdad, es decir, los testimonios y diálogos reales entre constructores y políticos implicados en casos de corrupción inmobiliaria en la zona de Torrevella, Costa Blanca. El autor del trabajo, Daniel G. Andújar, lo ha titulado La cultura del ladrillo.
A través de uno de esos testimonios (audio número 8) nos enteramos de que siempre se envía a una persona despabilada a hablar, a sondear al nuevo alcalde. Y lo primero que se le dice o aconseja es que no sea tonto, porque sólo va a estar cuatro días en el cargo y la vida es larga. La primera inyección que le meten, si pica, es de 500.000 euros. Luego vienen las sucesivas de 400.000 o 450.000. El tipo que habla confirma que para estas sutiles tareas o sondeos se consulta previamente con buenos psicólogos. Ellos elaboran el guión del asalto al nuevo alcalde o similar.
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