El 31 de julio pasado, mientras me encontraba en El Escorial impartiendo un curso de verano, me sorprendió un e-mail de Fernando Franco, Presidente de la Fundación BIACS. Franco me escribía, por indicación de Peter Weibel, para solicitarme el préstamo de la “obra” Technologies To The People. Así, a grosso modo.
A tan sólo dos meses de la inauguración (?), esta invitación a participar en la III Bienal Internacional de Arte Contemporáneo de Sevilla reúne un número tan grande de incompatibilidades que uno no sabe como interpretarlas; si como un despiste o como una provocación en toda regla (aunque hasta ahora siempre había pensado que la provocación formaba parte de las estrategias de los artistas y no tanto de los curators). Lo cierto es que este episodio se parece bastante a otro anterior con Consuelo Císcar, cuando intentó involucrarme en la desaparecida Bienal de Valencia tras un artículo crítico con su política cultural que había publicado en la revista Lápiz.
Tras un somero análisis de los diferentes puntos de desacuerdo con los planteamientos de la III BIACS, creo que a nadie sorprenderá mi rechazo, como ya pasara en Valencia. La mayoría de los argumentos en contra son conocidos, muchos de ellos expresados públicamente y, en cualquier caso, perfectamente accesibles. Tanto si se trata de un error fruto de la improvisación y el despiste, o de una provocación en toda regla, espero que esta carta no deje lugar a dudas sobre mi posición en este tema y mi rechazo a la invitación que me han cursado.
Es bastante conocida mi estrecha relación con alguna de las personas y plataformas que han expresado desde el principio su oposición a este evento en la ciudad de Sevilla. Y, también, que he participado activamente en alguna de sus iniciativas. En marzo de 2006, siendo director del caS (Centro de las Artes de Sevilla) Pedro G. Romero, surgió la oportunidad de poner en marcha una herramienta que hiciera posible canalizar y a la vez expandir el debate mantenido por la Plataforma para la Reflexión sobre Políticas Culturales (PRPC). A tal efecto, recibí una invitación para poner en marcha una nueva “e-”, similar a las impulsadas por Technologies To The People en diferentes contextos locales. Con la puesta en marcha de e-sevilla.org se pretendía proporcionar un espacio permanente y abierto a la discusión sobre las políticas culturales de la ciudad, gestado inicialmente a propósito de la BIACS, pero que se ha extendido hacia las prácticas artísticas y culturales en general, y que busca implicar a todos los agentes relacionados con los diferentes ámbitos de la cultura. Así, se ha puesto en pie un archivo construido de manera colaborativa, que reúne y clasifica las noticias producidas a partir de las políticas culturales locales, permitiendo visualizar en conjunto estas políticas a corto plazo, así como examinarlas con cierta perspectiva a medida que pasa el tiempo. La ciudad tiene la oportunidad de contar con una tribuna independiente y accesible que le permite expresarse, incluso anónimamente, en todo lo relativo a estas cuestiones, con la esperanza de que contribuya a incitar al debate, así como a dinamizar la articulación de un cierto tejido social crítico.
Sin embargo, el conflicto personal de intereses no empieza ni acaba aquí. Desde hace años formo parte de un equipo de reflexión dedicado a pensar y analizar para la Junta de Andalucía algunas de las infraestructuras públicas dedicadas al arte contemporáneo en el territorio andaluz. Hemos trabajado para realizar propuestas que permitan implementar un modelo de trabajo y activar un contexto históricamente muy mermado en este tipo de estructuras. Nos hemos esforzado en proponer soluciones arriesgadas e innovadoras, ajustadas a un contexto social y cultural muy específico. Asimismo, hemos intentado soluciones pensando en la idiosincrasia de las nuevas generaciones de andaluces. Partimos siempre de una definición del arte como instrumento de transformación social, lo que implica ante todo un compromiso con las dinámicas que, en este sentido, se localizan en el ámbito general de la cultura, uniéndose a ellas en el proceso abierto y permeable de búsqueda de nuevos modelos de producción y de relación social. Hemos intentado planificar infraestructuras que ofrezcan colaboración con este proceso desde su papel como lugar de investigación y experimentación, reflexión y debate, divulgación y comunicación.
Pensamos que estas políticas culturales deberían atender, sobre todo, a artistas, colectivos, obras, proyectos y corrientes de pensamiento que traten de interpretar las prácticas artísticas y la producción de conocimiento en el marco de una relación social y política con los contextos en los que se desarrollan. Debiendo convertirse en la plataforma de una práctica cultural que devuelva a la estética su capacidad política y que pueda convertir las prácticas artísticas en instrumentos de transformación social. Una plataforma transformadora y no una estructura meramente funcional. Una plataforma para la construcción de significados y para la producción de sentido, como mecanismo para la crítica hacia los discursos hegemónicos.
En estos últimos años hemos podido comprobar como la Junta de Andalucía ha dado algunos pasos muy positivos para que éstos y otros proyectos pudieran desarrollarse, intentando vertebrar desde el territorio una política cultural mucho más ajustada a la demanda social. Hemos visto cómo se ha puesto en marcha un plan de ayudas a la producción, cómo se hace realidad un nuevo espacio artístico en Córdoba, cómo se activa la Residencia para Artistas de Nuevos Medios en Málaga. Por otra parte, también podemos ser optimistas al observar cómo empiezan a consolidarse -a pesar de que en muchas ocasiones se realizan desde cierta precariedad- iniciativas que provienen de diferentes contextos sociales no institucionalizados o alternativos, que ajustan su oferta a una realidad más inmediata y dentro de un debate mucho más rico y dinámico. Pienso en el festival Zemos98, La Casa Invisible, Aula Abierta… . Se han dado muchos pasos en una línea que parece positiva, sin embargo, queda mucho por hacer y no debemos olvidar que la mayor parte de las infraestructuras e iniciativas, en su justa proporción, viven empantanadas por problemas de financiación.
Lo vuelvo a repetir y lo tengo muy claro: queda mucho por hacer. Pero, en ningún caso, todo ese trabajo pendiente pasa por la BIACS.
Cuento todo esto para que se entienda que he participado, reflexionado y discutido mucho sobre cuál es la demanda y qué es prioritario en este momento y en este contexto tan específico. Soy consciente de que lo que pienso sólo puede ser entendido como una opinión particular que ha de ser confrontada. Opinión, eso sí, de la que pienso ser fiel defensor.
En todo momento hemos tratado de huir de algunos modelos de referencia al darnos cuenta de que éstos se hallan en plena discusión y revisión, algunos han quedado claramente obsoletos o han sido totalmente contestados. Otros tienen una financiación políticamente imposible de asumir o han entrado en una crisis irreversible. Modelos basados en la absorción de la Institución Arte como un mecanismo más de la producción de servicios, como parte activa del proceso de “turistización” del contexto urbano y la readaptación, a tales efectos, de las infraestructuras de la nueva ciudad. Uno de estos modelos obsoletos, a mi entender, queda perfectamente retratado en iniciativas como la BIACS.
Siempre he recelado de quienes gestionan el entramado de las industrias culturales y la dirección de las instituciones culturales abandonando los procesos de generación de nuevos contenidos y la producción cultural como construcción colectiva. Gran parte de los profesionales que dirigen este armazón globalizado se dedican a desarrollar una estructura de poder personal subiéndose a la parte más visible y mediática de las instituciones artísticas públicas o privadas. Este selecto grupo de barones controla toda la estructura y el caparazón institucional, es decir, deciden a quién destacar, qué callar, qué ocultar y qué exponer, desde una cartografía rediseñada desde el interés propio. Entre estos ejemplos se encuentran festivales como el de la BIACS. Aquí se ostenta el poder y se gestiona la realidad de su pequeño imperio, al mismo tiempo que el trabajo que realizamos los artistas queda relegado a un segundo término en el orden jerárquico.
El raquítico argumentario intelectual que Weibel ha exhibido para esta tercera entrega de la BIACS desde luego no permite ser muy optimista. Incluye como “principal objetivo de la Bienal, la participación del público”. Un público que él desconoce totalmente y con el que no se puede comunicar por más que se haya lanzado a una campaña de reciente colonización del arte español de los media [Weibel ha comisariado “a control remoto” otra exposición en el MEIAC de Badajoz y programando un “doblete” de arte español en su ZKM de Karlsruhe la próxima temporada: “El discreto encanto de la tecnología. Artes en España” y “banquete_08: Interacciones entre Arte, Ciencia, Tecnología y Sociedad en la Cultura Digital en España” (continuación de un proyecto anterior)] . Después, Weibel plantea que “habrá una democratización del arte” (?), y esto lo manifiesta al mismo tiempo que anuncia actuaciones “virtuales” en el espacio corporativo, reduccionista y privatizador que supone SecondLife, perfecta metáfora antagónica de la utopía de Internet como espacio público. Finalmente, como una especie de eslógan populista, el comisario de la BIACS proclama que “el público es el protagonista, no los artistas” y para ello corona esta aseveración con una serie de estereotipos y tópicos vergonzantes sobre Al-Andalus que nos obligaría a pedir que anulen de inmediato el protagonismo de los curators antes de que alguien se ofenda.
A esta nueva corte elitista de gestores culturales parece que también quiere pertenecer Rhee Won-li. Este gestor saltó a la fama en 2006 al ser acusado de plagiar en la guía oficial y en la web de la Bienal de Shangai el texto de introducción (el concepto de la Bienal) del crítico Holandés Henk Slager, que había expuesto la misma tesis en un seminario en Busan en abril de 2005. Rhee pertenece a una nueva generación de ambiciosos curators surcoreanos que, desgraciadamente, conozco muy bien. Se hace llamar a sí mismo “el hijo de Peter Weibel en Corea del Sur”, aunque todavía no he podido adivinar en qué sentido.
Y es que este tipo de ferias, acaban peor que empiezan, sin ningún sentido. Así que cuanto más lejos de ellas mejor. Una vez dejada clara mi postura, espero que la necesaria radicalización de otras posturas sea sólo el preludio a la confrontación necesaria para cambiar un modelo que ya no tiene sentido seguir manteniendo.
Daniel G. Andújar, Barcelona 2008
https://danielandujar.org
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