Publicado originalmente en El Estado Mental, 22 noviembre 2016
Mientras discutíamos de si Madrid o Barcelona, de si las cañas se toman en la barra o en la mesa, el capitalismo volvió a irrumpir a bofetadas en nuestras tertulias. La cuestión inmobiliaria va ganando terreno al debate sobre la atonía cultural de la ciudad, el tedio político o el éxodo a Madrid. La dura realidad se impone. El libre mercado ha llegado al alquiler, a nuestro alquiler. El mercado está revuelto, los contratos se acaban y se imponen las subidas. La arbitrariedad manda y en el mejor de los casos –¡qué suerte!– los incrementos son del 20%, y en el peor hasta del 100%. Es decir, que te busques la vida en otro lado, que nos echan de nuestro barrio.
Los fondos de gestión de activos inmobiliarios, así los llaman para deshumanizarlos, campan a sus anchas, arrasan comprando fincas enteras, manzanas si les es posible. Las rentas que pagamos los inquilinos en Barcelona por las viviendas son más altas que nunca, se han disparado por encima de cualquier otra ciudad española y se prevé que continúen creciendo. Solo en el último año, el precio de la vivienda en alquiler se ha disparado más de un 20% y si se cumplen las previsiones seguirá subiendo. Según idealista, Barcelona fue la urbe española donde más subió el precio del alquiler durante el tercer trimestre del año, tras experimentar una subida del 7,7%. Tras este repunte, el precio por m2 se situó en el récord de 17,4 euros, superando en nada menos que un 26% al precio por m2 de Madrid (es la segunda capital de provincia más cara de España con un 13,8 euros/m2) y en un 36% a San Sebastián (es tercera del ranking con 12,8 euros/m2). El gobierno que dirige la alcaldesa Ada Colau acaba de prorrogar otro año más la moratoria turística de Barcelona, la suspensión que impide la apertura de nuevos alojamientos turísticos en la ciudad. Hasta ahora esta medida ha sido incapaz de mitigar el efecto de años de políticas liberales que culminaron con la política convergente del “aquí vale todo” y “se vende todo”. El arrendamiento se encarece con fuerza en todos los distritos de la ciudad por el fuerte incremento de la demanda, la escasez de oferta y el boom de inversores internacionales. Las prácticas comerciales poco ortodoxas y la escasez de pisos en buenas condiciones también se apuntan como principales consecuencias de un importante descenso del stock disponible de vivienda en alquiler. Los atentados en Paris, el enrarecimiento político en Turquía, las múltiples crisis en los destinos mediterráneos, etc. tampoco ayudan a reducir la demanda, al contrario, generan un enorme cuello de botella, y cifras récord de turismo, en el resto de destinos turísticos del Sur. Los factores son seguramente múltiples y no sólo específicos, ya que la situación en ciudades como Madrid es similar, aunque con notable diferencia como hemos visto.
La recuperación del mercado inmobiliario ha propiciado un boom de rentabilidad que ha atraído a miles de inversores y ahorradores. Al parecer comprar un piso para ponerlo en el mercado del alquiler es una inversión con poco riesgo y elevado rendimiento. Desde la entrada en vigor de la nueva Ley de Fomento del Alquiler, que aprobó el PP el pasado junio de 2013, el precio de la renta se puede subir sin necesidad de estar ligada a la evolución del IPC, como estaba establecido anteriormente. Una buena noticia para especuladores y una inestimable ayuda para vaciar el centro de la ciudad de “gente fría y de carácter cerrado” (según una encuesta reciente el 26% de los visitantes califican a los locales como “gente fría”, “gente con cara de preocupación y tristeza” o “ gente un poco cerrada, poco dispuesta a recibir a los recién llegados en sus círculos de amigos”). El sector turístico fue uno de los ámbitos de crecimiento económico directo más importante de la Barcelona Olímpica del 92, y sigue siendo uno de los pilares de la economía barcelonesa y catalana. Los Juegos Olímpicos, principal ejemplo de gran evento moderno, reflejan la aceleración de los procesos globalizadores que caracterizaron el fin del siglo XX. Barcelona ha experimentado una notable evolución turística desde entonces, acercándose en 2016 al colapso turístico. Es la cuarta ciudad más visitada de Europa, tras Londres, París y Roma. Es el puerto líder en cruceros del continente y del Mediterráneo. Se cifra que la riqueza que produce el turismo en Barcelona equivalente a un 20% de su PIB. En 1990, la ciudad acogía a 1.732.902 turistas (con aproximadamente 3.800.000 pernoctaciones), cifra que se ha multiplicado por cinco desde entonces. En 2015, Barcelona bate su récord, recibió la visita de 8.303.649 turistas, con 17.656.329 pernoctaciones. La masificación turística emerge como segundo problema de Barcelona en las recientes encuestas del ayuntamiento ¡Hasta los turistas comienzan a estar hartos del turismo! Uno de cada tres extranjeros (34 %) que viven en la ciudad afirman que Barcelona tiene un turismo masivo que no les gusta. Según el ECM Benchmarking Report 2015-2016, Barcelona es una de las ciudades europeas con mayor densidad del turismo, 11 pernoctaciones por habitante durante el año 2015 (París, 16; Ámsterdam, 15; Roma, 9; Viena, 8. Esta situación está provocando problemas de especulación inmobiliaria, gentrificación, despersonalización y pérdida de tejido social. Y esto que pasa aquí está pasando también en otras capitales como Ámsterdam, Berlín, New York, Roma… Con traumas generados por plataformas como Airbnb, los vuelos low cost, la burbuja del alquiler y otros condicionantes contemporáneos que se escapan de la regulación y afectan al mercado inmobiliario. Es un problema de sostenibilidad del turismo y de calidad de vida de los ciudadanos.
El crecimiento turístico de los últimos años ha transformado zonas como La Barceloneta, Las Ramblas, Gòtic, Ciutat Vella, los alrededores de la Sagrada Familia y el Parc Güell. Estos problemas se concretan en los siguientes aspectos: La sustitución del tejido comercial de barrio por tiendas de souvenirs, bares y restaurantes; La subida del precio de la vivienda debido a la inversión extranjera y a la incorporación de viviendas para uso turístico; Las molestias generadas a los habitantes por ruidos, tráfico y el comportamiento de algunos turistas; El consecuente éxodo de población. Si trazamos círculos concéntricos desde el epicentro de la burbuja podremos comprobar como el fenómeno actúa sobre la olla a presión que es Barcelona. Esta presión se hace notable de forma inmediata en el Ensanche donde la densidad ya supera los 35.000 hab/km² y por supuesto en los barrios del distrito de Gràcia. En Villa de Gràcia, Camp d’en Grassot y Gràcia Nova, la densidad de población supera de forma alarmante los 46.000 hab/km², niveles de algunos barrios de Macao, Singapur o Hong Kong. En estos barrios, no sólo la batucada ha desplazado a la rumba. Gràcia, tradicionalmente habitada por comunidades históricas de gitanos catalanes y trabajadores, está ahora ocupada por ciudadanos con mayores niveles de estudio, preparación profesional, y con un nivel adquisitivo que sobrepasa la media de la ciudad. En consecuencia, no sólo los barrios sufren problemas de densidad preocupante, también de gentrificación. Esta dinámica, de encarecimiento de un área determinada, como resultado del mayor nivel económico de los nuevos propietarios y arrendatarios, hace que los antiguos moradores tengan también que desplazarse en proceso de espasmos concéntricos que provocan una enorme presión hacia las paredes de la olla. ¿Quién será capaz de bajar el fuego a la olla antes de esta estalle?
Paradójicamente, parte de este proceso ha estado “tutelado”, además de por lobbies como Barcelona Global, por una empresa municipal, Turisme de Barcelona, el consorcio formado por el Ayuntamiento y la Cámara de Comercio creado hace veinte años. Según su propio discurso “ha supuesto un importante impulso para la ciudad, convirtiéndola en un destino para todos los públicos”, pero no para todos los bolsillos. La empresa presenta Barcelona así: “La ciudad tiene grandes atractivos a nivel turístico y de ocio, como las playas, la arquitectura modernista, la dieta mediterránea o el Barça, su emblemático equipo de fútbol. No obstante, también es un destino interesante a nivel profesional, pues alberga casi 2.000 eventos al año – frente a los escasos 370 de 1990 -, entre congresos, jornadas y convenciones. Se trata, pues, de una ciudad con muchas posibilidades para vivirla”. Esperemos que no sólo sea una posibilidad y que nos den, al menos, la oportunidad de vivirla a nuestra manera.
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