Daniel G. Andújar inaugura el nuevo espacio de la galería Casa sin Fin y prepara su presencia en Documenta 14
Andújar toma como ejemplo el estereotipo de rico de los años treinta. “Eran gordos, con chisteras, fumando puros… Bien, ese estereotipo hoy muta, vemos que la gente con dinero altera su apariencia hacia un nuevo canon. Hoy la alimentación es algo que marca una barrera entre ricos y pobres”, explica. “Sabemos de alimentos baratos, pero nocivos, que tienen una incidencia real en la esperanza de vida. Cuando hablo de hackear no me refiero a algo peyorativo, me refiero a la capacidad de saber qué hacer con el cuerpo, cómo modificarlo, saber qué hacer con él. Ese conocimiento debería ser accesible a todos”.
“Vivimos en un proceso que es ladigitalización, y que va más allá de Internet o de las comunicaciones. Un proceso que no sabemos cómo se va a desarrollar. Conocemos el genoma humano, podemos digitalizarlo. Podemos imprimir huesos. Eso, en realidad, tiene que ver con el control. Se ha explicado de muchas formas, pero en el mundo físico tú te podías esconder detrás de una montaña. Ahora vivimos en un mundo transparente. Y todo lo convertimos en datos que podemos manipular, transferir y controlar”. ¿Es entonces Internet un falso lugar de disidencia? “En los noventa, los artistas entendimos que Internet era una ampliación del espacio público. Algo a conquistar, a defender. Era un campo inexplorado, pero campo de batalla. Sin control ni leyes, los artistas creíamos que era la primera vez que nosotros teníamos las riendas”, recuerda. Aquello, según Andújar, se terminó revelando como un falso espacio de libertad: “Empezaron a aparecer los dominios y regulaciones. Donde no había puertas se hicieron puertas, se levantaron paredes, a esas paredes se le pusieron ventanas, a esas ventanas se le pusieron rejas, esas rejas se electrificaron… Hasta desembocar en lo que tenemos ahora, un espacio absolutamente controlado”.
La cuerda creativa de Andújar no termina con su trabajo en Casa sin Fin. El artista es uno de los pocos nombres que se han dado a conocer (al contrario que otros años, esta vez la lista de participantes no se ha hecho pública) para la Documenta, que desde abril celebrará su 14ª edición entre Kassel y Atenas. Uno de los primeros trabajos de la exposición presentados al público es, precisamente, un libro de Andújar. Llamado LTI – Lingua Tertii Imperii (como el libro del filólogo alemán Victor Klemperer que registró en tiempo real las modificaciones semánticas que los nazis imponían al lenguaje), el texto trabaja sobre las modificaciones del lenguaje de la Junta Militar griega de Papadopoulos, que gobernó el país entre 1967 y 1974 y de igual manera retorció las palabras a su antojo. “El edificio que habían dado a Documenta en Atenas era un edificio que había sido cuartel en el siglo XIX, y que la policía militar de la Junta había usado como centro de detención y también de tortura”. Justo detrás, hoy se encuentra una asociación de víctimas de esas torturas. “Sobre la idea de que muchas veces se recicla un espacio y parece que aquí no ha pasado nada, Paul B. Preciado (que actúa de comisario de los actos públicos de la Documenta) me pidió un folleto, que luego se convirtió en presentación… y se fue complicando hasta acabar en un libro”. Glosario también visual de imágenes de la Junta Militar o del arte escultórico clásico griego, Andújar se recrea enseñando algunas fotografías de tatuajes de neonazis griegos de hoy. Entre cascos de Aquiles, escudos y lanzas, se repite la rugiente cara del actor Gerard Butler interpretando a Leónidas en la película 300.La historia griega también pasa por el aro de la estandarización.
El artista, cuya obra fue expuesta en el Reina Sofía en 2015, rememora el área formativa del museo y señala la importancia de talleres como los que él hizo con chavales de entre 12 y 15 años para desarrollar herramientas críticas contra un sistema agresivo. “A medida que analizaban imágenes con las que el sistema les había bombardeado, se iban riendo. ‘Tú te hiciste un tatuaje por tal o cual anuncio’. ‘Tú te pusiste un pendiente cuando tal futbolista empezó a llevarlo”, recuerda que decían. “Lo vemos ahora, por ejemplo, con el caso de la desaparecida Diana Quer. ¿Controla ella su imagen de alguna manera? No, ella se ha estado haciendo selfies de una forma absolutamente banalizada, nunca se ha leído los contratos con Facebook o Instagram, haciéndose fotos estereotipadas, y ahora ha perdido el control de su propia representación. Hay que aprender a protegerse”, señala. Y para eso está el arte: “El espacio de resistencia contra un mundo que intenta reducir su diversidad”.
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