García Andújar, un ‘hacker’ de museos

El poderoso mensaje que deja en Verónicas su proyecto artístico ‘El museo del pueblo’

Por Manuel Madrid 

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Daniel García Andújar ante su copia del ‘Tríptico del Jardín de las Delicias’, de El Bosco, en la sala Verónicas de Murcia. Guillermo Carrión / AGM

En ‘La noche americana’, la exposición comisariada por T20 Proyectos que ocupa estos días la sala de arte Verónicas, en Murcia, encontramos en el antiguo altar mayor de la iglesia desacralizada ‘El museo del pueblo’, proyecto de Daniel García Andújar (Almoradí, Alicante, 1966), artista visual, teórico y activista. Días antes de la inauguración, peatones y conductores se sorprendieron por las calles de Murcia con la procesión de estudiantes del IES La Flota cargados de reproducciones de obras maestras del Museo Nacional del Prado y del Hermitage de San Petersburgo simulando aquellos caminos que los maestros, artistas e intelectuales de las Misiones Pedagógicas recorrían para acercar a los pueblos más remotos y pobres de España copias de los cuadros más famosos. En su camino iban, además, precedidos de una banda de música. En la muestra hay un ejemplar de ‘Platero y yo’, la obra de Juan Ramón Jiménez, que formó parte de las Misiones Pedagógicas en 1932. Y una imagen de cómo fueron recibidas entonces dichas obras, por ejemplo, en Turégano.

Lo que buscó García Andújar era «desacralizar» un poco el arte, «hackear los museos», apropiarse de esas imágenes, como hace ahora la tecnología. El artista se pregunta por qué en los institutos públicos no hay reproducciones del ‘Tríptico del jardín de las delicias’ de El Bosco, una obra fechada entre 1490 y 1500, que para Falkenburg tiene como tema general el destino de la humanidad y recoge, entre muchas escenas fascinantes, «un Paraíso engañoso a los sentidos, un falso Paraíso entregado al pecado de la lujuria», escribió Pilar Vidal con motivo de la exposición del V Centenario en 2016. Lo que quiere decir García Andújar es que cualquier obra de arte genera sanas discusiones y proporciona motivos para el encuentro y el desencuentro, para la disidencia. Cada uno se acerca a una pieza de arte con la predisposición a ser golpeado sempiternamente.

Lo que descubre el espectador en Verónicas pudiendo contemplar ‘Los fusilamientos del tres de mayo’ de Goya o ‘Las meninas’ de Velázquez es que puede entrar en esas legendarias escenas. Efectivamente, la arquitectura del espacio ayuda favorablemente en este ‘hackeo’ del discurso de las obras clásicas. Todas estas copias fueron ejecutadas en el tiempo para distintas acciones, como Cartagena (La Mar de Músicas) y China (dos veces), y todas se han reciclado de alguna forma. Una vez hizo la performance con tintes reivindicativos en Almoradí: «Quería reivindicar la alcachofa, la huerta como museo, paisaje y patrimonio. Es nuestra historia». Y esto lo hace en un contexto actual totalmente contaminado de imágenes. Un mensaje poderoso.

García Andújar, un ‘hacker’ de museos

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