
Por Pedro G. Romero
En las novelas de Kafka nos salen al encuentro criaturas que se definen como “ayudantes”. Sin embargo, no parecen estar en condiciones de prestar ayuda. No entienden nada, no tienen “aparatos”, no hacen más que chiquilladas y tonterías, son molestos e, incluso, a veces, descarados y lascivos. En cuanto a su aspecto son tan parecidos entre sí que sólo se distinguen por el nombre; se parecen “como serpientes”. No obstante son observadores atentos, desenvueltos y elocuentes, sus ojos son brillantes, y en contraste con sus modos pueriles, tienen caras que parecen adultas, “de estudiantes, casi”, y barbas largas y abundantes. Alguien, no se sabe quién, se los ha asignado, y no es fácil quitárselos de encima. En definitiva, nosotros no sabemos quiénes son, quizás son enviados del enemigo, lo que explicaría por qué no hacen más que acechar y espiar. Sin embargo parecen ángeles, mensajeros que ignoran el contenido de las cartas que deben entregar, pero cuya sonrisa, cuya mirada, cuya manera de andar “semejan un mensaje.”
Giorgio Agamben.
El espacio físico que ocupa el caS en la dirección de Torneo 18/San Clemente es, a todas luces, insuficiente a la hora de entender el trabajo de un centro de arte. Para empezar está la dimensión simbólica, aquella que, por ejemplo, le otorga el hecho de situarse en Sevilla, de aspirar a una representación de los distintos presentes que una ciudad invoca. Así, la metáfora del nodo, tomada del lenguaje de la telemática sea quizás la que más conviene para definir la situación de un espacio para las artes en la ciudad. Si se quiere, se trata de un nodo principal, pero al fin al cabo, un enlace más, un punto en la amplia red de lugares y vinculaciones que el centro de las artes de Sevilla debe tejer en la ciudad.
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