Una exposición con seis euros de presupuesto por artista abre el debate sobre la precariedad en el mundo del arte
Bea Espejo elcultural.es
Las artistas Helena Cabello y Ana Carceller la definen como una “denuncia creativa”. La exposición Presupuesto: 6 euros, su nuevo proyecto comisariado en el madrileño espacio de Off Limits, es una muestra a modo de protesta. Nació en diciembre con el lanzamiento de una convocatoria abierta a proyectos inéditos, de temática libre y con un coste igual a lo que vale una entrada general al museo Reina Sofía. En total son 31 los artistas que integran esta muestra abierta hasta el 21 de mayo, a la que se han invitado también a dos artistas con larga trayectoria en nuestro país, que ejercen de “padrinos”, Daniel García Andujar y Jana Leo.
Ésta última, no duda en abrir el debate: “Todo el lenguaje que se ha desarrollado alrededor del centro de arte, como el del artista emergente o el artista con proyección, está basado en la necesidad de validar a un artista para que el inversor lo compre. Eso conlleva que para algunos aristas, su objetivo es el de ser “elegido” y utilizan parte de su tiempo pensando cómo entrar en la red del sistema del arte. Para otros, el objetivo es cambiar esta manera de funcionar del arte que no tiene beneficio público y es corrupto.” También la madrileña Jana Leo ha tenido seis euros para desarrollar su propuesta, que ha destinado a un proyecto pensado en tres minutos, la proporción temporal de los 120 euros/hora que le da la categoría de “artista profesional con 25 años de experiencia, con un master en estética, doctorado en filosofía y master en arquitectura formada en Princeton”. Tres minutos que se concretarán en una manifestación el próximo mayo.
Mucha ironía
Ese lado irónico y lúdico es común a muchas de las obras que integran esta exposición. Es el caso del colectivo madrileño Miranda & Mirón, que han introducido sus 6 euros en una piñata-hucha, disponible para cualquier espectador de la exposición. Eso sí, cada intento de romperla, vale un euro. O de Obras antibeca, rechazadas, no ejecutadas, sin catálogo e ilegítimas, de Alejandra Valero, una pieza con la que cuestiona los certámenes de arte como única fórmula de ayuda a los artistas jóvenes. Igual de punzante es la propuesta de Nuria Güell, que alquila el espacio que se le ha otorgado con el objetivo de cubrir sus gastos básicos durante el mes que dura la exposición, con un coste de 5.49 €/día, lo que vale una dieta básica en España, o la instalación Todo lo sólido se desvanece en el aire, de Ángela Cuadra, frase construida con monedas de un céntimo de euro en la pared.
¿Falta dinero o faltan ideas?
Las responsables de la muestra, Cabello/Carceller, son también claras cuando hablar de arte y precariedad: “No nos encontramos ante una situación de crisis creativa, sino ante una situación de crisis presupuestaria cronificada. La gente no es plenamente consciente del nivel brutal de abandono que hay. Quienes creemos que el arte sigue siendo hoy necesario no podemos dejar de preguntarnos por qué las instituciones culturales eluden la producción de obra y destinan la práctica totalidad de su presupuesto a la gestión cultural y la conservación del patrimonio”.
Opinión que comparte Ferran Barenblit, director del CA2M de la Comunidad de Madrid, que además añade: “Los centros españoles y europeos ya han introducido la producción como uno de los pilares de su trabajo y en eso estamos. También es importante señalar que ‘producción’ no sólo significa pagar para que existan obras de arte, sino que producir una exposición es también provocar un discurso crítico a través de exposiciones o actividades.” ¿Cómo explicarle a mi madre que lo que hago sirve de algo?
Se lo pregunta una de las jóvenes artistas de la exposición, la italiana Anna Raimondo, en su pieza sonora. Aunque no es la única. Algo parecido le pasó a Brossa cuando fue a hacerse el carné de identidad. Ante la pregunta del funcionario por su profesión, cuenta que dijo: “poeta”. “¿Paleta?”, le contestó el funcionario? “No, no, paleta, no”, le replicó Brossa. “No se preocupe, pondremos jornalero”. Y he ahí el quid de la cuestión. La profesionalización del artista topa a menudo con el prejuicio de que lo artístico no es trabajo y este prejuicio en nuestro país parece endémico.
Ahí está la idea de que el artista debe sufrir y llevar una vida desestructurada; el hecho de que su trabajo sea vocacional y que lo pasan mal porque hacen lo que quieren… la confusión entre trabajo y empleo; el que el artista tenga que generar trabajos en otros ámbitos; que sea imposible compatibilizar el arte con las necesidades vitales… La situación del artista puede ser equiparable a la de un trabajador de una ETT, “aunque posiblemente éste tenga más derechos que un artista, puesto que tiene un contrato y cotiza”, dice DosJotas, artista madrileño de 27 años que es igual de incisivo con No tiene precio, una vídeo que, versionando una conocida campaña publicitaria de tarjetas de crédito, alude todo lo que se puede pagar en arte, como por ejemplo La cúpula de Barceló: 20 millones de euros.
Abierto queda el debate. Ese es el objetivo de esta muestra, generar un listado de la problemática que esconde el anunciado de la exposición, Prácticas artísticas y precariedad. Aunque inauguran la lista con algunas consideraciones: “Para empezar, la comunidad artística está muy desunida, no hay una infraestructura para el debate; en la escena madrileña, la Asociación de Artistas ni siquiera tiene un local; no existe un mercado rico y creativo, ni tenemos ley de mecenazgo…”.
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