Joan Fontcuberta y Daniel G. Andújar utilizan la IA para abrir debates y Marina Núñez para generar mundos oníricos
MADRID Algunas de las mujeres de la artista Marina Núñez (Palencia, 1966) tienen el cuerpo y el rostro cubiertos por un encaje dorado muy fino. La pintura digital que expone en el stand de la galería Rocío Santa Cruz dentro de Arco, titulada Botánica (2), podría pertenecer a una película de ciencia ficción o a una historia fantástica medieval. Puede parecer, al mismo tiempo, una diosa o un monstruo. Y esta obra todavía tiene otro detalle curioso: las plantas y flores que el personaje tiene en todo el rostro dentro de unas gotas de agua están generadas con inteligencia artificial, y también lo está todo el vídeo, entre fantástico y medieval, hecho expresamente para la feria.
Mientras algunos artistas consideran la inteligencia artificial como una amenaza, Núñez es una entusiasta y asegura que utilizarla es como trabajar con “un equipo de treinta personas”. Curiosamente, también tienen que ver con las plantas y flores las obras de otros dos artistas que también utilizan la IA en sus obras, ambos representantes por la galería Àngels Barcelona: Joan Fontcuberta expone una selección de sus flores artificiales y Daniel G. Andújar recupera flores extinguidas. “Este trabajo habla de la cancelación, de la negación de una historia que ya no existe”, afirma la galerista Gabriela Moragas.
Pero el uso de la inteligencia artificial no está exento de la cara oscura de la censura: el propio G. Andújar expone en otra galería de Arco, la T20, una retahíla de pequeñas piezas que contienen, ordenadas alfabéticamente, algunas de las 300 palabras que la inteligencia artificial generativa califica de inapropiadas por su relación con el sexo, la violencia o temas inquietantes. Otro decano del arte digital, Daniel Canogar, expone en la galería Max Estrella una obra en la que la IA convierte tuits que son tendencia en grafitis. Canogar admite que la IA es “peligrosa”, pero está convencido de que los artistas deben seguir usándola para “humanizarla”: “Ya estamos metidos en la IA –explica Canogar–. Cualquiera que tiene un móvil lo está. Ha habido muchas oleadas anteriores de tecnología que nos han desplazado y que hemos acabado asimilado, y ésta será una más”.
El reto de descolonizar los museos y el mundo del arte
Otro de los temas de esta edición de la feria es la descolonización, en la línea de muchos grandes museos de todo el mundo que están asumiendo esta cuestión en su agenda, y también después de que el ministro de Cultura, Ernest Urtasun, anunciara en enero un “proceso de revisión” de las colecciones de los museos del Estado para “superar el marco colonial”. Galerías como la brasileña Leme exponen algunos cuadros coloniales intervenidos del artista Sandra Gamarra, que será la primera artista no española que representará a España en la Bienal de Arte de Venecia, en el 2024. Y en la misma Àngels Barcelona, la peruana Daniela Ortiz expone Paisajes, tres series de óleos en las que presenta “imágenes originales de territorios del Sur Global sin la destrucción producida por el modelo de civilización colonial-imperialista”. Entre ellos se encuentran paisajes naturales inalterados y unos edificios de viviendas en Libia antes del bombardeo de la OTAN en 2011.
Estas ideas también están presentes entre los 23 artistas de 19 galerías de 10 países de la sección comisariada La orilla, la marea, la corriente: un Caribe oceánico. “No hay un Caribe, sino muchos, y son espacios de intercambio y constante inestabilidad y turbulencias,” afirman las comisarias, Sara Hermann y Carla Acevedo-Yates. Entre las obras expuestas se encuentra un vídeo del artista británico de origen caribeño Isaac Julien filmado en Lampedusa, con el que las comisarias ponen en relación al Caribe y Europa. Y el artista indígena Noé Martínez se adentra con una perfomance filmada en vídeo en un tema terrible aún poco conocido: el comercio de poblaciones indígenas entre México y el Caribe.
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