Ángela Molina 2 ENE 2018 El País Hay señales de alerta y señales de arte, y todas coinciden en una exposición que nunca podrá tener lugar fijo porque, de hecho, está en todos esos espacios naturales, dilatada en los más extremos momentos de extenuación y en sus compañeros víctimas, criaturas con caras de animales que desbordan mar, cielo y tierra para defenderse de los últimos hombres en el mundo. La poética visual de Todas las palabras para decir roca garantiza a esos seres su individualidad y goce hasta el mismo filo de la trampa, donde esperan, disimulados, pirómanos y poceros. La colectiva que se exhibe en la Fundación Helga de Alvear sólo ha podido ser ideada por un autor orgulloso de sus fuentes. Julián Rodríguez, galerista, escritor y editor nacido en la Extremadura de huertos y campos, sostiene que una de las mayores preocupaciones contemporáneas, la preservación y construcción del medio natural, tiene su ángel salvador en el campo gravitacional del arte. Es de suponer que asistiremos a una nueva era de exposiciones de alto voltaje ecológico, y esta es una de ellas, atrevida, abiertamente didáctica, fecunda aunque vulnerable, como si cada imagen, cada forma orgánica hubiera sido liberada de las garras de la entropía.

'la herencia inmaterial' repasa los ochenta y noventa

El renacimiento del MACBA (y del museo de arte contemporáneo)

Peio H. Riaño. El Confidencial
02_politiques de ficcio Los museos y el arte contemporáneo también necesitaban cumplir con la Transición, treinta años después de haberla iniciado. En el empeño por construir un mercado y unas infraestructuras museísticas que lo legitimaran, estas últimas acumularon obra de aquella era volcánica con la libertad a flor de piel. Tres instituciones emergieron para preservar la evolución del arte de nuestros días: el IVAM, el Museo Reina Sofía y el MACBA. Tres décadas más tarde, la efervescencia lúbrica ha quedado envejecida por discursos al margen de los artistas y del público, y centrados en sí mismos y en sus ideas. Para entendernos, casas de citas donde la endogamia es la protagonista. Hoy podemos alegrarnos de la derrota del monstruo. El Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (MACBA), después de palidecer hasta la transparencia en la última década, retoma la energía que le vinculó a lo humano y lo urbano en sus orígenes y apuesta por una fórmula de contar las últimas décadas de las artes con concreción, claridad y pedagogía. Parece una receta obvia, tanto como insólita. El MACBA retoma la energía que le vinculó a lo humano y lo urbano en sus orígenes y apuesta por una fórmula de contar las últimas décadas de las artes con concreción, claridad y pedagogía La puesta en escena de esta refundación del proyecto del que hablamos es La herencia inmaterial, un ensayo del arte de los setenta, ochenta y noventa desde los fondos de la colección del museo. De la mano de Valentín Roma y la colaboración de Julián Rodríguez, Víctor Lenore y Antònia M. Perelló, el montaje recupera la idea de la “microhistoria”, para analizar lo inadvertido y olvidar las efemérides.

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