Nueva gestión del conocimiento. Daniel G. Andujar
José Luis Pérez Pont
Algunas de las cuestiones que constituyen los mayores desafíos para la salud de la democracia contemporánea pasan por detener la esclavitud infantil, subsanar las formas de precariedad laboral, contrarrestar los planes lucrativos del capital globalizado, reducir los niveles de polución, evitar el despilfarro en el uso de los recursos no renovables o acabar con la creciente brecha entre ricos y pobres tanto en el interior de los países como a nivel internacional. Estas realidades, ya para nadie ajenas, perviven en el presente pero su origen se remonta a un tiempo pasado. Entre todas esas realidades, se encuentra un mal profusamente extendido: el acomodamiento de los individuos, que ha derivado en la merma de participación y la desestructuración de la sociedad civil.
La escena social ha sufrido modificaciones con la aparición y el uso general de las nuevas tecnologías de la comunicación, en el nuevo espacio público existe un buen número de identidades potenciales esperando a cobrar forma, el hecho de que todavía no estén desarrolladas ni movilizadas no significa que no necesiten estar representadas. Se ha demostrado que ya no es necesario ser artista para intervenir en la creación del magma de imágenes que nos circunda, como tampoco lo es para activar iniciativas cargadas de creatividad con las que participar en la esfera pública. De igual manera, un artista no deja de serlo cuando se interesa por el trasfondo de los asuntos de índole social y rebaja deliberadamente su atención a la mera construcción de objetos e iconos estéticos. Existe una creatividad potencialmente perturbadora, para el sistema convencional –cada vez más alejado de la nueva realidad que está conformándose, cuando se ponen en contacto intereses de distinto orden y se canalizan por medio de estrategias artísticas combinadas con la tecnología del momento.
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