L’Assiette des ballerines

Vallauris, 1956

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L’Assiette des ballerines

En la primavera de 1956, Brigitte Bardot, la joven actriz que pronto encarnaría la revolución sexual y estética del cine europeo, visitó el taller de Pablo Picasso en Vallauris. Tenía apenas 21 años y ya era un fenómeno mediático, mientras que Picasso, con 74, era una leyenda viva, consagrado como el gran maestro del siglo XX.

La reunión fue orquestada por la prensa internacional, con LIFE Magazine enviando a su fotógrafo Jerome Brierre para registrar el encuentro. El contraste entre la sensualidad luminosa de Bardot y la intensidad volcánica de Picasso parecía casi un experimento de laboratorio sobre el poder del mito.

Ese día, según cuentan algunos testigos, Bardot llevaba unas bailarinas diseñadas por Rose Repetto: las famosas “Cendrillon”, nacidas de su petición personal a la diseñadora para crear un zapato inspirado en el ballet pero apto para la vida diaria. Eran rojas, casi provocativas, símbolo de la libertad y ligereza que Bardot estaba a punto de proyectar en la pantalla grande con *Et Dieu… créa la femme*.

En medio de la visita, mientras la actriz se movía por el estudio, Picasso, fascinado por el calzado, tomó un plato de cerámica blanca de Vallauris y, con unos pocos trazos rojos, inmortalizó las bailarinas. Un gesto rápido, íntimo, casi juguetón, que no pretendía ser más que un capricho, pero que contenía la síntesis de dos mundos: el genio que transformaba todo lo que tocaba en arte, y la musa que encarnaba el futuro de la modernidad visual y cultural.

“El mundo está a sus pies”, le dijo, entregándole el plato aún fresco. “Y para ese viaje, uno debe estar bien calzado”.

El plato, conocido en el rumor de coleccionistas como “L’Assiette des ballerines”, desapareció poco después. Con el paso de los años, entre mudanzas y el eventual retiro de Bardot de la vida pública, la pieza se perdió en el laberinto de la memoria, convirtiéndose en una leyenda susurrada, un tesoro desaparecido. Algunos dicen que Bardot lo conservó durante años en su casa de La Madrague en Saint-Tropez, otros que se rompió accidentalmente el mismo día. Lo cierto es que durante décadas nadie lo vio en público.

Hasta ahora.

En 2025, el plato reaparece en una subasta internacional. Encerrado en una vitrina, bajo la etiqueta “Lot 314. L’Assiette des ballerines. Picasso (1956)”, la pieza reabre la discusión sobre las zonas grises entre historia y mito, moda y arte, objeto cotidiano y reliquia cultural.

¿Es realmente de Picasso? ¿O es una falsificación que juega con el deseo de unir dos iconos irrepetibles de los años 50? Sea cual sea la respuesta, “L’Assiette des ballerines” funciona como una cápsula de tiempo: un relato condensado de juventud, deseo, creación y espectáculo, donde los pasos de danza de Bardot se entrelazan con el gesto eterno de Picasso.

IV edició d’Aparadors Artístics

NO © 2025 Un proyecto artístico sobre la memoria, el mito y la creación.

Courtesy

àngels barcelona & Daniel G. Andújar

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