SIN REALIDAD NO HAY UTOPÍA

Fecha: 14 de Abril – 10 de Julio de 2011
Lugar: Centro Andaluz de Arte Contemporáneo
Un proyecto comisariado por
Alicia Murría, Mariano Navarro y Juan Antonio Álvarez Reyes

Ignasi Aballí · Lene Berg · Fernando Bryce · William S. Burroughs · Nikolay Oleynikov & Chto Delat? · Phil Collins · Dora García · Daniel García Andújar · Federico Guzmán · Ed Hall · Jan Peter Hammer · Pello Irazu · Alfredo Jaar · Rogelio López Cuenca / Muntadas · Zeina Maasri · Carlos Motta · Ciprian Muresan · Manolo Quejido · Oliver Ressler · El Roto · Katya Sander · Superflex · Wolfgang Tillmans · Rirkrit Tiravanija · Judi Werthein · Zhou Xiaohu · Artur Żmijewski

¿Qué hay detrás del título Sin realidad no hay utopía, que da nombre a esta exposición colectiva? Detrás hay dos pensadores de distinto significado y calado: Jean Baudrillard y Andreas Huyssen. El primero ha definido la simulación como la generación “de algo real sin origen ni realidad” y, por tanto, ha diagnosticado la desaparición de lo real por lo virtual. Así, la interpretación y el sentido de esta muestra siguen la argumentación que Andreas Huyssen hizo en “Recuerdos de la utopía”. Huyssen parte precisamente de Baudrillard al afirmar que al haberse perdido lo real y suplantado por su simulacro, la utopía no puede existir, ya que va íntimamente ligada a la superación o mejora de la realidad. Este es el sentido del título: sin realidad no puede haber utopía. Es decir, que en la era de los simulacros y de la virtualidad, la desaparición de lo real arrastra consigo a lo utópico.

La exposición tiene dos apartados asimétricos. El primero es “La descripción de la mentira”, una especie de prólogo descreído a los sistemas de fabricación de los simulacros de lo real. El segundo apartado, más amplio, tiene el nombre genérico de “Colapsos”. Este segundo apartado se subdivide en cuatro colapsos: el del comunismo, el del capitalismo, el de la democracia y el geopolítico. Es decir -y siguiendo a Huyssen- “la utopía nunca muere sola: arrastra su contra-utopía”. Por tanto, la caída del comunismo, arrastra al capitalismo y éste a la democracia, puesto que ésta última ligó su suerte a él. A su vez, el sistema expansivo propio del capitalismo (el colonialismo) conllevaría también su implosión geopolítica. Conviene, por tanto, considerar seriamente el fin de la utopía como el problema de nuestro tiempo. Es por esta razón que resulta urgente un rearme de lo real para así intentar vislumbrar un nuevo pensamiento utópico.

 

 

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